“Como si uno pudiera pedirle a la enfermedad que se espere” - Tepuy Digital

“Como si uno pudiera pedirle a la enfermedad que se espere”

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foto (el tiempo.com.ve)

El Tigre.- “¡Pásame las sábanas y la almohada que ya la van a pasar!”, grita María González a su esposo, quien aguarda sentado sobre un mesón. La mujer está nerviosa porque su hermana de 16 años dará a luz a su primer hijo en una improvisada sala de partos.    

Está en ese lugar porque mientras se resuelve un problema de filtración de aguas negras y blancas en las paredes de los pabellones, los directivos decidieron mudar la emergencia de obstetricia al área de nefrología justo en la entrada del centro médico.    

“Aquí todos los días están haciendo una mudanza, hoy estamos en la entrada y mañana nos ponen en el piso 3. Dicen que esto no reúne las condiciones necesarias para atender un parto, pero hay que tomar el riesgo y confiar en la buena voluntad de los médicos, porque es imposible pagar una cesárea en una clínica privada”, relata González al tiempo que entrega a una enfermera la ropa de cama y el kit de parturienta que tuvo que comprar para la intervención de su hermana menor.    

Así de confuso es el ambiente en la entrada principal del hospital Felipe Guevara Rojas de El Tigre. En el lobby, una taquilla de información funciona como sala de espera para los familiares de una decena de parturientas, que además de angustia, llevan a cuestas ventiladores, ropa de cama, agua mineral, medicamentos y otros insumos para la asistencia de las pacientes.    

Sobre la situación se quejan algunos médicos. La nefróloga Yindri Marcano cuenta que el lugar no garantiza la salud materno-infantil. “Esta decisión fue tomada por la directiva del hospital y supuestamente duraría 15 días, pero ese ‘mientras tanto’ lleva más de un mes y está afectando los trabajos de construcción de la unidad de diálisis que es tan necesaria para este hospital y por la que llevamos nueve años luchando”.    

Déficit general   

Las mudanzas de unidades médicas, y la clausura y reinauguración de espacios en el principal centro asistencial del municipio tigrense, no son novedades. Visto desde afuera, parece una obra en constante proceso de construcción.    

Al cruzar la congestionada entrada hay un pasillo de tránsito que conecta las diferentes alas del hospital. En el sitio no hay vigilantes. Una figura de Jesús de Nazareth se impone sobre un altar.    

Hacia el lado derecho de la imagen religiosa está el área de consultas externas, un amplio salón en el que se pueden apreciar paredes y pisos con porcelanatos de reciente instalacion. Es fresco, está bien iluminado y tiene butacas de metal a fin de que los usuarios esperen su turno para ser atendidos por los especialistas.    

El confort que pudiera brindar el espacio que fue refaccionado el año pasado parece no ser suficiente; en el sitio funciona la única taquilla para la asignación de citas médicas. Es un cubículo pequeño en el que tres personas hacen el trabajo de forma manual. El proceso es lento, y el cansancio y la molestia que produce la espera -que en oportunidades se prolonga hasta por dos horas - se reflejan en los rostros de los pacientes.    

“Trabajamos tan rápido como podemos, pero somos pocas personas y desde aquí asignamos las citas para todas las especialidades médicas. Hace un par de años prometieron modernizar el sistema de historias médicas para llevarlo digitalmente. Eso quedó en veremos. Lo peor es que no tenemos ni papel para trabajar de manera adecuada”, explicó una empleada que prefirió mantener el anonimato.    
Las deficiencias también se notan en los consultorios que rodean la reinaugurada sala de espera. Aires acondicionados dañados, escasez de insumos médicos, muebles y camillas deterioradas, tuberías rotas en los baños y hacinamiento en las oficinas son algunas de las denuncias que hacen los galenos.    

En una habitación de unos seis metros cuadrados, los especialistas en hematología y oncología se turnan durante la semana para atender a sus pacientes. El espacio es pequeño para cubrir la demanda.    

”Estamos apretados, apenas podemos atender a tres pacientes de oncología a la vez porque es el número de butacas que caben en la habitación. Es vergonzoso que estemos condenados a un hueco de consultorio cuando estos pacientes deberían recibir sus tratamientos en un espacio cómodo. Aquí deberíamos tener una sala de oncología que se podría ubicar donde queda la mal llamada ‘Farmapatria’, que es un engaño de este gobierno porque desde hace tiempo no tiene ni suero para vender al público”, denunció el médico hematólogo Fernando Guevara.    

La escasez también se refleja en el capital humano. Consultorios como el de cardiología tienen déficit de especialistas desde hace aproximadamente cuatro años. Sin embargo, el jueves de cada semana, entre 12 y 15 pacientes son atendidos por una especialista que acude al hospital para cubrir la vacante ad honorem.

“Este es un hospital de locos en el que no vemos celeridad en los asuntos importantes. Aquí no hay un médico fijo pero como yo resuelvo, los directivos ni se preocupan. Cada día la gente tiene menos dinero y no puede ir a una clínica privada, así que acuden a nosotros y mi ética profesional me compromete a no abandonar a mis pacientes”. expresó la doctora Nattaly Bacarino.    

El piso que asusta   

En el segundo piso del hospital están ubicados los servicios de cirugía, medicina interna y psiquiatría. Hay dos formas de ingresar a estos espacios: los médicos y demás personal asistencial lo hace a través del único ascensor de los tres que tiene el recinto que se encuentra operativo y es  el mismo que se utiliza para movilizar a pacientes, recién nacidos, basura, alimentos de los hospitalizados y los cadáveres que son llevados a la morgue.    

Los familiares de los internos deben hacerlo por las escaleras y para cruzarlas es necesario identificarse ante una señora que custodia en el umbral, sentada detrás de un pequeño escritorio metálico.    

 Algunos se detienen y notifican: “Voy rapidito a dejar algo a un familiar que está hospitalizado”, y la señora, sumergida entre la pantalla y las teclas de su teléfono celular, sin levantar la mirada, asiente con la cabeza.    

En el sitio se siente una vibra extraña. La puerta de psiquiatría permanece siempre cerrada con una reja metálica, y un aviso escrito con bolígrafo azul y pegado a la pared anuncia que sólo puede entrar el personal autorizado. En el pasillo, seis personas aguardan en absoluto silencio su turno para ser atendidas en el departamento de cirugía.    

“Hay que llenarse de paciencia y mendigar por una atención quirúrgica. Hace dos años era misión imposible porque no había quirófanos. El año pasado por fin los abrieron y me cuentan que la situación mejoró, pero actualmente sólo están funcionando dos salas y que por falta de material quirúrgico y personal médico, así que la lista de espera para realizarse una intervención es larga... como si uno le pudiera decir a la enfermedad que se espere para que pueda ser sanado”,  dice  Carlos Marín, quien lleva seis meses aguardando por una operación.    

Frente al ala de cirugía queda el área de hospitalización de medicina interna. El ambiente es aún más lúgubre, parece una escena de película de suspenso o terror.    

En un pasillo apenas iluminado están las habitaciones cuya capacidad es de cuatro pacientes. En total se podría hospitalizar a 20 personas a la vez, pero el déficit de camas sólo permite albergar a 12.    

Allí atienden casos de enfermedades neurológicas, cardiovasculares, metabólicas, endocrinas y gastroenterológicas, pero pese a su importancia, en los últimos 20 años, según relatan los médicos, es la única área que no ha sido remodelada.    

El sitio huele a enfermedad, a humedad mezclada con secreciones corporales; a alcohol y ropa sucia. La pintura de las paredes se desconcha y los usuarios cuentan que deben llevar hasta el desinfectante para limpiar los baños.    
“Mi mamá está hospitalizada desde hace siete días y literalmente tuve que hacer una mudanza porque aquí no hay ni una silla para sentarse. Este piso da miedo porque si no estás enfermo,  en cualquier momento podrías contraer alguna enfermedad”, expresó Ana Carrasco.    

El Tiempo 

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