27 de julio de 1890. El día del disparo que dos días más tarde acabó con la vida de Vincent van Gogh y que mantiene vivo el debate entre los especialistas en la vida y obra del artista, que conjeturan más allá de las evidencias para descifrar si el gatillo lo apretó él u otro. En el último número de Burlington Magazine, la centenaria revista inglesa dedicada a las bellas artes, los especialistas del Museo Van Gogh salen a escena a refutar la tesis del asesinato en la extensa biografía sobre el postimpresionista publicada por los abogadosSteve Naifeh y Gregory White Smith, titulada La vida de Van Gogh (Taurus) cuando el libro marcó un hito precisamente por todo lo contrario, la muerte.
Con la excusa de que los historiadores del arte no estudian con la misma profundidad la vida como la obra de los pintores, los dos abogados trabajaron con tiempo y muchas lecturas, y acudieron a una fuente que había caído en el olvido y que aseguraba que la gente de Auvers insistía en que el pintor no se había suicidado, sino que fueron “unos chavales que le dispararon accidentalmente” y que “no se atrevieron a hablar por miedo a ser acusados de asesinato, y que Van Gogh decidió protegerles y ser un mártir”. Así que se centraron en investigar sobre los tormentos y perrerías que los hermanos Secrétan y su pandilla preparaban al extraño pintor holandés de la ciudad.
René Secrétan, el cabecilla, contaba con una habilidad superior al sentido común: martirizar a los más débiles. Su posición de hijo de un próspero farmacéutico parisino y su especialidad en el martirio ajeno encontraron en Van Gogh el objetivo de sus necios deseos. Desde la clásica estupidez de sal en el café, a una culebra en la caja de pinturas, o la punta seca de su pincel untada con chicle, todo para “sacar de quicio a Vincent”, admitió René más tarde. El paleto bufón iba con su cohorte de camorristas a la orilla del río a besar y acariciar a sus novias y Vincent observaba desde lejos: “Apartaba modestamente la mirada, lo que parecía muy gracioso a nuestras pequeñas muchachitas”, contó René, quien incitaba a las chicas a provocarle con “sus atenciones amorosas”.
Un verano fatídico
Pero aquello no hacía mella en el pintor. René pensaba que “la oreja no era lo único que le habían cortado”, hasta que encontró en los bolsillos de Vincent libros y fotos eróticas. Incluso descubrió al pintor masturbándose en el bosque… aquello provocó nuevas formas de burla y tormento. René le puso un nuevo apodo: “Fiel amante de la muñeca de la viuda”. Vincent cada vez se lo tomaba peor.
Hasta que, según el relato de Steve Naifeh y Gregory White Smith,aquel verano las bromas pesadas acabaron con un disparo sobre Van Gogh. No saben lo que ocurrió y no pueden demostrar que René el gamberro apretara el gatillo contra el artista colérico. Como buenos letrados, apuntan que todas las pruebas del acontecimiento desaparecieron y que “los hermanos Secrétan limpiaron todo apresuradamente”.
Y la trayectoria de la bala, que entró desde un ángulo extraño y oblicuo en su estómago y no en la cabeza, “como cabría esperar en caso de suicidio”, y señalan que los médicos aseguran que el disparo procedía desde lejos, “no como si él mismo hubiera apretado el gatillo”. Lo que sí admitió con los años el viejo René Secrétan es que torturaban a Vincent y que le suministraron el arma que acabó con su vida.
La herida era de color marrón con un halo púrpura. Louis van Tilborgh y Teio Meedendorp, dos de los especialistas en investigación del Museo Van Gogh de Amsterdam –donde se encuentra catalogado y conservado los documentos sobre la familia-, acuden al informe original escrito por el doctor Gachet. El anillo púrpura, escriben en su artículo del Burlington Magazine, fue causado por el impacto de bala y el marrón por quemaduras de pólvora. “Esto indica que el arma se disparó cerca del pecho, debajo de una camisa, y que, probablemente, Van Gogh fue el responsable”.
El tormento mental
El artículo de los conservadores del museo se centra también en las últimas semanas de vida del pintor y señalan, en contra del argumento comúnmente aceptado, que el artista no estaba preocupado por la pérdida de apoyo financiero de su hermano y marchante Theo. Van Tilborgh y Meedendorp explican que Vincent estaba más inquieto por que leprivase de la capacidad de tomar decisiones sobre su propia vida. Concluyen que el suicidio “no fue un acto impulsivo, sino razonado”. El desencadenante del suicidio fue “la dolorosa idea de que su obsesión con su arte no le había llevado a ningún lugar más allá del abismo de tormento mental”.
Pero no había notas de despedida con Theo por ninguna parte. Campo de trigos con cuervos es considerada su última pintura, realizada en torno al 10 de julio, es decir, más de dos semanas antes de la muerte. Entonces escribe sobre el cuadro: “Inmensas extensiones de campos de trigo bajo cielos turbulentos, en el que he tratado de expresar la tristeza, la extrema soledad”. Sin embargo, a Van Tilborgh le parece demasiado tiempo sin pintar para un artista incansable y sugiere que las dos últimas pinturas –inacabadas- fueron Las raíces de los árboles y Granjas cerca de Auvers, y sugiere que la primera sustituye a la despedida por escrito, en la que muestra la lucha de los olmos por la supervivencia.
A los más cercanos en esos dos días Van Gogh les dijo que se había disparado. Naifeh y Smith dicen que el artista mentía, Van Tilborgh y Meedendorp la aceptan como verdad. Los informes contemporáneos, como hemos visto, apuestan por el suicidio. A estos últimos no les cuadra que mintiera sobre su muerte a la persona más cercana, su hermano, para salvar de la cárcel a dos adolescentes. No hay que olvidar que el suicidio debió de ser mucho más doloroso de tragar para Theo que un asesinato, ya que le cargaba con parte de la responsabilidad. Escribe Theo a su esposa Jo que Vincent le dijo que esa era la forma en la que se quería marchar.
Más allá de las hipótesis, la batalla por la verdad de la muerte de Van Gogh es una lucha que cita a los eruditos de su obra contra los peritos de su vida. Unos le definen por su carácter y aseguran que es un ser arrebatado, arrebatador, impetuoso, torturado, furioso, alienado del mundo, exiliado de su familia, enemigo de sí mismo, solitario y fracasado, un corazón fanático, un loco, un anacronismo. Los otros no lo califican como un loco sino como un realista, un realismo de carácter, el ejemplo extremo del expresionismo, el autor de una visión única y avasallante, en poder de una obra alegórica e inmediata, imaginativo, fiel a una naturaleza no embellecida…
Ni los historiadores ni los abogados han cruzado sus conclusiones para llegar a acuerdos en el caso del pintor que aseguraba: “Yo soy mi obra”, y lanzaba el mensaje de que nadie podría entender su pintura sin conocer su personalidad.No eran “cuadros llenos de pintura” -como criticaba su hermano Theo para resumir el rechazo que causaban aquellos paisajes y retratos entre los coleccionistas-, eran cuadros llenos de artista, que escondían al hombre tras la pintura. El creador por encima de la creación, el artista que“pinta lo que siente” y quiere “sentir lo que pinta”.
El Confidencial