Ciudadanos oficiales de todos los grados y armas, soldados, marinos y guardias nacionales:
La Nación vive las horas más aciagas desde su nacimiento como república independiente y soberana. A la grave quiebra institucional y al atropello de los derechos ciudadanos, se suma la crisis humanitaria, que se traduce en escasez y desabastecimiento de los productos básicos; y en el atentado contra la salud. La población se ha visto obligada a permanecer en la calle, haciendo interminables colas para adquirir los alimentos básicos y en solicitud de medicamentos o de una atención médica adecuada. Todo ello, exponiéndose a la inseguridad desbordada en ciudades y pueblos, que cada hora enluta hogares y ante la indiferencia culpable de las altas autoridades. ¿Cuántos venezolanos mueren a diario como consecuencia directa de esta tragedia sin siquiera ser contabilizados?
Frente a este escandaloso escenario, quienes hoy deben responder por los destinos del país callan o dan como la única respuesta la guerra: la guerra económica, la guerra mediática, la guerra eléctrica, la guerra antiimperialista. Cuando la realidad es que, debido a sus prácticas corruptas, ineficientes e ineficaces, son los responsables de haber despilfarrado la mayor bonanza petrolera de nuestra historia, sumiéndonos en la pobreza, la miseria y el estado de necesidad, a todos los ciudadanos no amparados por el abuso de poder, ni incursos en la corrupción político-administrativa.
Ustedes, ciudadanos, hombres y mujeres que prestan servicio en nuestra Fuerza Armada Nacional, no escapan a esta realidad. Al igual que el resto de la sociedad, han visto mermar su calidad de vida, sus salarios y las posibilidades de progresar y desarrollarse con probidad en un servicio cuya más alta remuneración debe proceder del prestigio institucional. Pero también son ustedes testigos de quienes, dentro de sus componentes, ostentan sin pudor la riqueza habida en operaciones de contrabando, narcotráfico y corrupción.
Por ello, y ante la ilegal pretensión de emplearlos ahora como verdugos de un pueblo que sólo clama por libertad, comida, igualdad, empleo, salud, respeto, seguridad y justicia, ¿será menester recordarles cuál es la esencia de la Fuerza Armada Nacional y qué espera la Nación de sus ciudadanos militares?
Juraron defender la patria, hasta con su propia vida si fuera necesario y se deben a la Nación, no a una parcialidad política. Su misión es defender la integridad territorial y la soberanía nacional; no plegarse a participar en operaciones de supuesto orden público, empleando las armas de guerra que la patria les confió. Eso sería contrario a los principios de proporcionalidad y progresividad que pautan las normas del enfrentamiento. En su actuación regular, deben tener presente que el respeto a los derechos humanos es universal y que su violación los haría reos de delitos que nunca prescriben. Para evitarlo, cumpliendo su deber, deben exigir órdenes escritas y precisas que señalen los alcances y propósitos de esas operaciones. Sólo así preservarán a la institución y actuarán conforme al ordenamiento jurídico vigente.
Estamos seguros de la reserva moral de nuestra FAN; de que ella crece cada día; de que los valores esenciales que les inspiran siguen vigentes y de que es sólo un grupo pequeño el que hoy hace mella, con sus censurables acciones, a la institucionalidad militar. A ustedes, hombres libres y de buenas costumbres, que creen en Dios y les duele el sufrimiento de su prójimo, en estas horas, apelamos a sus conciencias.
En medio de este escenario adverso, donde la crisis humanitaria se agrava cada día, avanzamos hacia un momento crucial para la República: la soberanía, que reside en el pueblo, se expresará en las próximas elecciones parlamentarias del 6 de diciembre. Esa voluntad deberá ser respetada y ustedes deberán adecuar su actuación a los mandatos de la Constitución, contribuyendo a velar porque la conducta de todos los participantes se ajuste, a lo largo de todo el proceso electoral, al ordenamiento legal y la equidad.
La Nación demanda de ustedes, ciudadanos, probidad, conciencia y valor; la certeza de que nunca usarán contra el pueblo las armas de la República. Que el toque de silencio siempre les recuerde el juramento prestado y a quienes deben su lealtad.
María Corina Machado
Diputada a la Asamblea Nacional