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La colectiva injusticia venezolana

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Jonny Montoya —hermano de Juan Cristobal (Juancho) Montoya, el influyente líder de los “colectivos” venezolanos que murió asesinado en febrero del 2014— vive hoy en la clandestinidad en algún lugar de Caracas por temor a que a él también lo maten.
Y es que Montoya, quien alguna vez combatiera a favor de Hugo Chávez en los fallidos golpes de Estado de 1992, pasó a convertirse en objetivo de persecución de la Revolución Bolivariana ¿Su crimen? Rehusarse a responsabilizar al opositor Leopoldo López por la muerte de su hermano.
“Me han ofrecido real (dinero), mucho real, pera que yo diga tales cosas, pero yo estoy haciendo lo que dicta mi conciencia. Hasta que no haya una investigación seria no se puede decir que fue Leopoldo. Mucho menos cuando las pruebas que se tienen apuntan a lo contrario, y se puede ver que los que estaban allí eran colectivos”, dijo Montoya desde Caracas en una entrevista por Skype.
Montoya, un policía de carrera con maestría en administración de organismos de seguridad, sostuvo que todas las evidencias recogidas apuntan a que fueron los propios colectivos —organizaciones paramilitares vinculadas al chavismo— los terminaron asesinando a su hermano en medio de las manifestaciones emprendidas contra Nicolás Maduro el 12 de febrero del año pasado.
Lo habrían hecho entre otras razones porque Juancho, siendo un importante líder dentro de los colectivos que operan en Caracas, era un hombre con criterio propio que había comenzado a depurar a la organización paramilitar de elementos delictivos.
“Juancho era el jefe del Secretariado General Revolucionario de Venezuela (organización que coordina las operaciones de los colectivos en Caracas), y lo asesinaron ellos mismos”, declaró Montoya.
Pese a que las autoridades han entorpecido las investigaciones, todo parece indicar que el autor material del asesinato fue Hermes Barrada, quien ocupaba el segundo puesto dentro del secretariado y pasó a ocupar el primer puesto con la muerte de Juancho, manifestó.
Montoya explicó que Barrada mató a su hermano con el visto bueno de “altos funcionarios del gobierno”, y dijo manejar tres hipótesis sobre las motivaciones que condujeron al crimen.
Bajo el primer escenario, el asesinato pretendía provocar un estado de agitación y violencia que sirviera de excusa al régimen para lanzar un autogolpe. En el segundo, Barrada mató a su hermano para asumir el control de los colectivos. Y en el tercero, el crimen fue cometido porque Juancho había recibo una alta suma de dinero que no había querido compartir con integrantes de los colectivos descontentos.
Para la justicia chavista, sin embargo, el crimen fue perpetrado por la oposición y acusó de inmediato a López, a otros dirigentes y al ex presidente colombiano Alvaro Uribe.
No obstante, la fiscalía terminó citando a Barrada a declarar, tras ser sometida a intensas presiones por parte de familiares y amigos de Juancho, quienes ya para esa fecha tenían información sobre la participación en el crimen del nuevo jefe del Secretariado Revolucionario.
Barrada eventualmente se entregó a las autoridades para testificar, pero la entrega pretendía ser solo un show mediático que debía terminar con la liberación del citado testigo.
Eso no fue lo que ocurrió, dijo Montoya, quien para ese entonces se encontraba en Washington realizando gestiones ante la OEA y ante otros organismos de derechos humanos junto con la esposa de López, Lilian Tintori.
Fue esa gira ante las autoridades internacionales, que también incluyeron al vicepresidente Joe Bidden, lo que impidió que las autoridades liberaran a Barrada y éste terminó confesando su participación en los hechos.
Pero la gira terminó costándole caro a Montoya.
“Mi vida corre peligro, el otro día me tiraron un atentado”, dijo Montoya. “Lo denuncie en la fiscalía, pero (la Fiscal General) Luisa Ortega no ha hecho nada”.
Lo que sí han hecho es perseguirlo judicialmente a él, señaló Montoya al añadir que además del riesgo de caer víctima de un atentado también enfrenta tres procesos judiciales en su contra.
“Ahorita tengo tres juicios, que es el acoso judicial que me están haciendo”, sostuvo.
Pese a la persecución, Montoya manifiesta que no forma parte de la oposición venezolana, señalando que más bien sigue considerándose como un revolucionario que comparte los ideales del socialismo.
Su distanciamiento con el régimen está centrado en el hecho de que los conductores de la revolución dejaron de lado los ideales iniciales para construir lo que él considera que es el régimen más corrupto de la historia contemporánea de Venezuela.
“Yo sigo siendo revolucionario, pero no soy un revolucionario ladrón. Soy un revolucionario de conciencia. Los de la Cuarta República eran corruptos, pero los de la Quinta son mucho peor; son corruptos y malandros (maleantes)”, comentó Montoya.
“Me da pena confesar que yo tengo mi alícuota de responsabilidad en toda esta locura”, añadió.
El Nuevo Herald




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