Resulta imposible imaginar que en Venezuela el chavismo hubiera dejado escapar la presidencia del país por solo unas décimas de punto, como ha ocurrido en Ecuador. En ese país habrá una segunda vuelta el 2 de abril porque a Lenín Moreno, el candidato puesto por Rafael Correa al no poderse presentarse él mismo a otra reelección, le faltó un 0,64 por ciento de votos (unas 60.000 papeletas) para proclamarse presidente el pasado 19 de febrero.
Moreno, de Alianza PAIS, obtuvo el 39,36 por ciento, frente al 28,09 por ciento del opositor Guillermo Lasso, del Movimiento CREO. Según la normativa ecuatoriana, bastaba que Moreno llegara al 40 por ciento para ganar directamente la presidencia, pues sacaba una ventaja de más de diez puntos a su inmediato seguidor.
En Venezuela, dadas las constataciones de fraude electoral, el candidato bolivariano habría sido proclamado vencedor y la oposición poco podría haber hecho para impedir la usurpación. No es que en Ecuador no haya temor por la manifiesta arbitrariedad del Consejo Nacional Electoral (mismo nombre y siglas –CNE– que el órgano venezolano), pero hay dos aspectos sustanciales que diferencian a ambos países:
En Ecuador, el CNE ofrece a los ciudadanos el conteo de votos conforme avanza el escrutinio (como en cualquier democracia), lo que la noche del domingo 19 de febrero permitió poner en guardia a la oposición ante el ajustado resultado que apuntaba la tendencia del recuento. En Venezuela, el CNE no ofrece ninguna cifra de resultados hasta que proclama un ganador: son horas de espera en la que los ciudadanos quedan ciegos ante cualquier extraña evolución del conteo.
Y cuando en Ecuador se apreció una sospechosa lentitud del CNE en el recuento del último diez por ciento de votos, miles de ciudadanos pudieron echarse a la calle para garantizar que no se producía ningún robo electoral. Las propias Fuerzas Armadas advirtieron a las autoridades civiles sobre la necesidad de respetar los resultados. En Venezuela, una protesta de ese tipo hubiera sido repelida por los colectivos (pandillas armadas, aliadas del Gobierno) o incluso por la Guardia Nacional, la cual forma parte de unas Fuerzas Armadas estrechamente alineadas con el chavismo.
FUENTE: ABC.ES
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