Amazon abre una nueva tienda física. Esta vez no es una librería, sino una establecimiento de proximidad, con productos frescos, quesos, vinos, frutas, bocadillos… Amazon Go es su visión del futuro del comercio de barrio. Basta con tomar un producto y salir con él de la tienda. No hay que pasar por caja.
Ubicada en el centro de Seattle, en el 2131 de la Séptima Avenida y entre varios edificios de su campus urbano, la tienda abrirá de siete de la mañana a nueve de la noche de lunes a viernes. Para poder comprar es necesario descargar una aplicación que ya está disponible para los usuarios tanto de Android como de iPhone en Estados Unidos. Es el único requisito, además de tener una cuenta de Amazon.
Uno de los objetivos de la compañía es que se puede comprar con mayor privacidad. El cliente no tendrá que mostrar a un humano lo adquirido, pero este factor es relativo dado que su sistema de gestión de datos sí sabe qué se compró.
El mecanismo es similar al que Amazon tiene dentro de su edificio más emblemático y que EL PAíS pudo probar este verano de la mano de un empleado de Amazon, a quien se le cargó la cuenta directamente en su tarjeta de crédito. La tienda se encuentra en el acceso, de modo que los empleados pueden llevarse algún producto fresco o flores de vuelta casa.
La sensación que genera esta experiencia de compra es extraña. La ausencia de un tendero, de una fila para pagar o de una caja registradora genera inquietud tras coger un producto y salir con él. No es ni gratis ni se está robando; la tecnología reconoce al consumidor y le cobra.
Amazon creó este formato de tienda como un experimento interno. Cada cliente tiene un código QR que escanea al entrar. Después, un sistema de cámara y sensores de peso en las estanterías reconoce qué ha llevado consigo el consumidor y lo cobra.
No es necesario tomar una bolsa para hacer la compra, aunque se puede. Según Amazon, el sistema de seguimiento de los clientes es tan preciso que puede distinguir entre dos personas que se crucen o miren el mismo lineal. Aseguran que saben quién tomó un yogur y quién un batido, incluso quién tomó algo para mirar los ingredientes y volvió a dejarlo donde estaba. Detrás de este sistema hay un esfuerzo notable en reconocimiento de objetos y machine learning. “Se trata de que los clientes no tengan que hacer el esfuerzo”, sostiene Dilip Kumar, vicepresidente de tecnología de Amazon Go.
La tienda se parece más a una esquina gourmet que a un supermercado de barrio. Cuenta con una pequeña cocina que no está a la vista donde varios trabajadores hacen platos preparados o sandwiches. También, por cuestiones legales, un operario pregunta por la edad y pide una prueba en la zona donde se adquieren vino y cerveza. Hay uno más, a la entrada, para dar la bienvenida. Son humanos, todavía, los encargados de poner los productos en las baldas.
Amazon estrenó la versión interna en diciembre de 2016, poco más de un año después, con cierto retraso con respecto a los planes iniciales, llega a su ciudad. Uno de los puntos más complicados ha sido la capacidad para discernir entre varios compradores. En este tiempo han aprendido los hábitos en la compra física y recibido sugerencias. Por ejemplo, no ponen el aliño en las ensaladas para evitar una suma de calorías que quizá no desee el cliente. Son ellos lo que lo añaden o no. También ofrecen versiones más pequeñas de algunas comidas preparadas y etiquetan claramente los platos vegetarianos.
Otra petición recurrente era la de añadir productos de uso básico, como analgésicos, tiritas, remedios para el resfriado o pilas. Con la adquisición de Whole Foods el abanico se ha ampliado de manera notable. Por ahora no tienen planes de añadir esta tecnología en la red de tiendas físicas de la empresa incorporada.
Go Amazon se suma a Amazon Books y a los puntos de recogida de compra Amazon Fresh Pickup. La compañía no ha desvelado planes para abrir más tiendas como la recién estrenada en Seattle.
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