Hace justo dos años escribía acerca de los estudios que trataban de arrojar luz sobre algo tan perturbador como es lo que se siente cuando sabes que vas a morir en pocos segundos. ¿Qué ocurre con las últimas palabras? ¿Qué dicen aquellos que están respirando por última vez antes de perecer?
De esto va un estupendo artículo en The Atlantic recopilando los estudios que hay sobre el tema. Si hablamos del sentir del ser humano justo antes de morir, ni siquiera la ciencia lo tiene claro. En el artículo de 2017 recopilé lo poco que se había tratado de ahondar sobre el tema, y aunque los estudios eran tremendos e interesantísimos, la conclusión era casi tan abstracta como la propia muerte.
Si existe algún remedio para enfrentarse a ese momento tan definitivo en la vida de un ser humano sin angustias ni miedo, parece que aún no lo hemos encontrado.
Sin embargo, con las últimas palabras de un moribundo debería ser más sencillo, no así con el significado que puedan tener esos últimos intentos de comunicación de una persona que esta agonizando.
En 2017, la BBC llevo a cabo un reportaje donde entrevistó a una serie de enfermeras del Hospital de la Universidad Royal Stoke que trataban con enfermos terminales.
Una de las curiosidades que repetían casi todas las profesionales es que los pacientes con enfermedades terminales a menudo podían (o parecían) predecir cuándo iban a morir, “algunos incluso afirmaban haber visto el cielo mientras estaban en su lecho de muerte”, según las enfermeras.
Este grupo ve cómo mueren los pacientes de forma rutinaria, y de la misma forma, conocen de primera mano qué hacen o dicen en las horas, días o semanas antes de que fallezcan.
Muchos tienen deseos básicos de morir, como ver a sus perros o tomar un trago de su bebida favorita o una taza de té, mientras que otros hablan abiertamente sobre su muerte inminente y, a veces, son capaces de predecir cuándo sucederá. Según explicaba Nicki Morgan, una de las enfermeras:
Hemos tenido personas que dicen: ‘Tengo 80 años en un par de semanas, tendré mi fiesta y luego me iré. Y de forma totalmente inexplicable vemos que eso sucede.
Otra enfermera, Louise Massey, decía al respecto: “Hace muchos años, una paciente que se estaba muriendo estaba semiconsciente y decía que estaba feliz de morir porque habían visto el cielo y era maravilloso. Contaba de forma detallada que no estaba asustada de morir”.
A veces los pacientes solo quieren estar cerca de sus familiares. En un caso, una anciana con enfermedad terminal y su esposo, que también se había enfermado gravemente, solicitaron que querían sus camas juntas.
“A esa pareja la juntamos, se dieron la mano, cantaron juntos Slow Boat to China, y murieron en la sala con 10 días de diferencia”, contaba Angela Beeson.
Lisa Smartt, especialista en lingüística en la UC Berkeley, contaba en The Atlantic que las últimas palabras de su padre, un psicólogo, fueron “Gracias por todo, te quiero, pero es suficiente”. A la mañana siguiente había fallecido.
De aquellos últimos días con su padre acabó teniendo una idea que germinó en el libro Words on the Threshold, una pieza sobre los patrones lingüísticos en 2.000 declaraciones de 181 personas moribundas (incluyendo su padre).
Un patrón común que observó fue que cuando los moribundos usaban pronombres como “este” y “esto”, no se referían a nada:
Por ejemplo mi padre: Una vez dijo: “Quiero sacar esto a la tierra de alguna manera ... Realmente no sé ... no más ataduras de la tierra”. ¿A qué se refería con “estos”? Su sentido de su cuerpo en el espacio parecía estar cambiando. “Tengo que bajar allí. Tengo que bajar ”, dijo, aunque no había nada debajo de él.
También contaba que los moribundos repetían palabras y frases, y a menudo no tenían sentido: “¡La dimensión verde! ¡La dimensión verde” (la repetición es común en el habla de las personas con demencia y también de las delirantes)”. Smartt encontró que las repeticiones a menudo expresaban temas como la gratitud y la resistencia a la muerte. Pero también hubo motivos inesperados, como círculos, números y movimiento.
Lo cierto es que echando la vista atrás, habría que retroceder hasta el año 1921 para encontrar un trabajo con cierto rigor sobre los patrones lingüísticos de moribundos. Ese trabajo pertenecía al antropólogo estadounidense Arthur MacDonald.
Para evaluar la condición mental de la gente justo antes de la muerte, MacDonald dividió a las personas en 10 categorías ocupacionales (estadistas, filósofos, poetas...) y codificando sus últimas palabras como sarcásticas, jocosas, contentos…
El antropólogo descubrió que los militares tenían un “número relativamente alto de solicitudes, instrucciones o advertencias” antes de morir, mientras que los filósofos (que incluían a matemáticos y educadores) tenían la mayor cantidad de “preguntas, respuestas y exclamaciones”.
Por su parte, los religiosos y la gente de la realeza utilizaban la mayoría de las palabras para expresar satisfacción o descontento, mientras que los artistas y científicos usaron la menor cantidad posible.
El trabajo de MacDonald fue interesante porque mostraba que necesitamos mejorar los datos que tenemos sobre las habilidades verbales y no verbales al final de la vida. Según describía:
Las últimas palabras son artefactos de las preocupaciones y las fascinaciones de una era sobre la muerte, no hechos históricos del estado mental. Pueden decirnos poco sobre la muerte de una persona moribunda y la capacidad real para comunicarse.
En la década de los 90 y a comienzos del nuevo milenio surgieron algunos enfoques contemporáneos que se centraban en las emociones y las relaciones. Estos investigadores, a diferencia del enfoque de los siglos anteriores, siempre sobre las últimas palabras, han cedido el espacio al enfoque sobre las últimas conversaciones e incluso sobre las interacciones no verbales. Según escribían Maggie Callanan y Patricia Kelley en el libro Final Gifts:
A medida que la persona se vuelve más débil y somnolienta, la comunicación con los demás se vuelve más sutil. Incluso cuando las personas son demasiado débiles para hablar, o han perdido el conocimiento, pueden escuchar. Oír es el último sentido para desvanecerse.
Kelley explicaba que la mayoría de las interacciones suelen ser no verbales al final de la vida, ya que el cuerpo se apaga y la persona carece de la fuerza física e incluso de la capacidad pulmonar, para expresiones largas, “susurrará”, explica, “es un momento donde los miembros de la familia a menudo se aprovechan del estado de coma del paciente para expresar su opinión cuando la persona que está muriendo no puede interrumpir ni objetar”.
La mayoría de los trabajos de investigación recuerda que las últimas palabras no están exentas de “sencillez”. Por ejemplo, los médicos encuestados suelen coincidir en una cosa: si hubiera que elegir las palabras más repetida antes de morir, perfectamente podría ser “Oh, mierda”, seguido de los nombres de las esposas, maridos, parejas o hijos.
Sin embargo, no hay descripciones de los conceptos básicos de las últimas palabras o las últimas interacciones en la literatura científica. Quizás, como apunta The Atlantic, el detalle más lingüístico existe sobre el delirio, que implica una pérdida de conciencia, la incapacidad para encontrar palabras, la inquietud y una retirada de la interacción social.
El delirio ataca a personas de todas las edades después de la cirugía y también es común al final de la vida, un signo frecuente de deshidratación y sedación excesiva. Según el psiquiatra neozelandés Sandy McLeod:
Incluso puede considerarse excepcional que los pacientes permanezcan mentalmente claros en las etapas finales de la enfermedad maligna.
Callanan y Kelley señalan en su libro Final Gifts que “los moribundos a menudo usan la metáfora del viaje para alertar a los que los rodean de que es hora de que mueran”. En este caso citan el ejemplo de una joven de 17 años que murió de cáncer, angustiada porque no podía encontrar el mapa: “¡Si pudiera encontrar el mapa, podría irme a casa! Dónde esta el mapa ¡Quiero ir a casa!”.
En cualquier caso, el estudio del lenguaje y la interacción al final de la vida sigue siendo un desafío, como lo es averiguar lo que se siente en ese final inminente. Parte de ese desafío se debe probablemente a los tabúes culturales sobre la muerte y las preocupaciones éticas de tener a investigadores al lado de la cama de una persona que está a punto de morir.
Los médicos encuestados suelen coincidir en una cosa: si hubiera que elegir las palabras más repetida antes de morir, perfectamente podría ser “Oh, mierda”, seguido de los nombres de las esposas, maridos, parejas o hijos
Los expertos también señalan que cada muerte es única, lo que presenta una variabilidad con la que la ciencia tiene dificultades para lidiar.
Una cosa parece clara de los pocos estudios que han tratado de ofrecer luz. Gracias a los avances médicos y la atención preventiva, es probable que la mayoría de nosotros muera a causa de algún tipo de cáncer, algún tipo de enfermedad de los órganos, o simplemente de la edad avanzada.
Esas muertes a menudo serán largas y lentas, y probablemente se llevarán a cabo en hospitales o en hogares de ancianos supervisados por equipos de expertos médicos. Llegados a ese momento final, quizás no exista una última palabra, porque la voz posiblemente se perdió en el camino, o porque ya no nos queda nada más que decir. [The Atlantic, BBC, Words on the Threshold, Final Gifts]
Fuente: Gizmodo
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