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La vitamina E se descubrió en 1922. Se observó que curaba problemas reproductivos en ratas que eran alimentadas con una dieta rica en aceites vegetales; por ese motivo se la identificó como la “vitamina de la fertilidad”.
La sustancia química responsable de estos efectos no se identificó hasta 1938 y se denominó tocoferol… palabra que se forma con las palabras griegas toko, que significa nacimiento, y pherol que significa producir o dar a luz.
La vitamina E es una vitamina soluble en grasas y, aunque su estabilidad es alta al calor y la acidez, es muy sensible a la luz y al oxígeno, por eso los alimentos ricos en esta vitamina deben preservarse de estos factores físicos, como por ejemplo el aceite de oliva que generalmente se envasa en botellas de vidrio oscuro.
Propiedades de esta vitamina
“La vitamina E actúa en nuestro organismo como un antioxidante, contribuyendo a la protección de las células frente a la oxidación ocasionada por los radicales libres”, apunta la nutricionista.
Una función clave en los alimentos para evitar la oxidación de las grasas, es decir, “el enranciamiento, que se da con mayor facilidad en las grasas poliinsaturadas presentes en los alimentos de origen vegetal como los aceites o los frutos secos”, explica Laura González.
Los radicales libres son compuestos que se forman cuando el cuerpo convierte los alimentos que consumimos en energía. Las personas también están expuestas a los radicales libres presentes en el ambiente por el humo del tabaco, la contaminación del aire, la radiación solar ultravioleta, etc.
Además, como afirma González, también estimula el sistema inmunitario, ayuda a la vitamina K en su función anticoagulante y favorece la actividad de la vitamina A, ya que evita su oxidación en el intestino.
Con información de EFE
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