El presidente de la Asamblea Nacional (AN), Henry Ramos Allup, escribió un artículo llamado "Mensaje al PSUV" para El Nuevo País y Zeta.
Si los 55 diputados y diputadas del partido de Gobierno, y más allá de ellos su dirigencia toda, examinaran con la objetividad serena que amerita el trágico fracaso de sus 17 años de Gobierno (y para hablar de fracaso no hace falta recontar los inconmensurables recursos de todo orden de que ha dispuesto y los magros resultados positivos obtenidos), andarían por razones de mera sobrevivencia política y de salvación hacia el futuro, apurando la solución democrática, constitucional, pacífica y electoral (y por qué no negociada) para poner fin a los agónicos días que le restan de vida a este régimen. Como podemos expresarlo los adecos por experiencia, la muerte del Gobierno propio, por catastrófica que pueda ser y parecer, no es la muerte del proyecto, ni de la ideología que lo anima ni de la eventual recuperación.
Desde hace algún tiempo, este tema ya no es debate exclusivo de la oposición ni de la inmensa mayoría del país. Bien saben los dirigentes del partido del Gobierno, que cada día cobra más fuerza en el interior racional que siempre se coloca por encima de las conveniencias de uno que otro personaje del oficialismo de turno, que los análisis ya indetenibles vienen impuestos por el propio instinto de conservación.
Todos conocemos unas y otras encuestas. Que el propio PSUV ronde el 28% de aceptación mientras su presidente no supere el 20% con cerca de un 80% de rechazo; que el conjunto de los partidos opositores lo superen abiertamente; que entre los cuatro organismos e instituciones de mayor prestigio y respaldo en la opinión pública (las empresas Polar, la Iglesia Católica, los medios de comunicación privados y la AN en este mismo orden) superen cada uno el 55%, mientras los dos únicos factores que todavía respaldan al Gobierno anden en porcentajes ínfimos (6% la fan en un mínimo histórico inimaginable, y 5% el tsj que es el bufete del régimen), es como para ubicarse en un terreno que no deje lugar a la fantasía.
Para resolver la crisis humanitaria que padece el país, el Gobierno sigue desparramando sus ya inútiles barbitúricos: los mismos fulanos motores, los mismos planes fracasados que nos arruinaron, otra vez los gallineros verticales, los sembradíos en platabandas y perolas, la producción artesanal, las empresas ecosocialistas, las imaginarias inversiones extranjeras que se dan topetazos para invertir en este paraíso económico, y así sucesivamente, mientras aumentan las colas, el desabastecimiento, la inflación, el crimen impune, las trompadas por las pocos alimentos y medicinas, los apagones, el racionamiento hasta del agua, los entre 22 y 32 saqueos diarios producto de la desesperación de la gente y pare de contar.
Para hacerse de unos pocos dólares que se comerán la ineficiencia y la corrupción sin que nada lleguen a resolver, el Gobierno raspa la olla fundiendo las reservas oro del BCV, vendiendo a precio de gallina flaca filiales petroleras, rematando concesiones de oro, diamantes y minerales estratégicos a precios viles y siempre evadiendo el control parlamentario sobre esos contratos de interés nacional. ¿Hasta cuándo puede sostenerse un Gobierno semejante sin que se produzca algún hecho indeseable que le firme la partida de defunción? ¿Sigue en su empeño de creer que con cada día que se mantenga se acerca al milagro de su salvación? ¿Dónde está ese milagro? ¿Aumento de los precios petroleros? ¿Ingreso de montones de dólares?
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