Esta historia se suscita en el estado Anzoátegui, aunque hay versiones en otros estados e incluso en otros países. Hora Sero les contará el potazo que llegó a sus oídos. Era una parejita de carajitos, Andersón y Marisela, acababan de lanzarse al agua, los dos enamorados y recién casados buscaban dónde comprar su rancho./La Hora Sero
Resulta que un vecino les comentó de una casita muy cerca de su lugar actual de residencia, la casa era de un familiar del convive que había falleci’o un par de años atrás, pero sin dar más detalles del porqué o cómo, mencionó que la había heredado y que planeaba venderla, ¿el precio? Era casi regala’o.
Tardo poco para que la pareja se cambiase a su nuevo jacal, en poco tiempo la que fuese una casa abandonada ya lucia como una gran mansión, todo parecía perfecto, excepto por algunos comentarios que le hacían sus panas, como el que en ocasiones marcaban por teléfono y les contestaba una tipa con voz muy amable que incluso se ofrecía a dejar el reca’o, cuando se encontraban con vecinos en la calle, ellos juraban haber visto a una chama asomada por la ventana del segundo nivel de la casa que les sonreía amablemente, que incluso les llegaba a saludar.
Era muy raro ya que esa ventana era la del cuarto que tenían previsto pa’ el bebé.
La pareja solo se reía de lo que les contaban.
Pasaron los meses y llegó el nuevo integrante de la familia, Mateo, un lindo varón de 3 kilos, no podían estar más felices y brincando en una pata.
El niño era muy bien porta’o, casi no lloraba y cuando comenzaba a intentar un berrinche, bastaba con ponerlo en la cuna, pa’ que en cuestión de minutos se callara o quedara dormido o a veces el niño se despertaba llorando y en segundos se callaba.
En una ocasión, mientras comían y el niño estaba en su cuna, dormido, comenzaron a escuchar sus risitas y hasta carcajaditas del carajito, al subir a ver al niño todo quedó en silencio de repente, pero la silla mecedora se movía sin motivo aparente, tomaron al bebé y lo bajaron con ellos a la mesa sin dar más importancia a lo sucedido.
El exceso de trabajo de Anderson y el encierro de Marisela, por cuidar al niño todo el día, comenzaba a pasar la factura a la feliz familia, que comenzaban a tener zaperocos entre ellos.
En una ocasión, el niño no paraba de llorar, ya que lo traía cargando Marisela de un lado a otro, mientras se guindaban, caliente fue a la habitación del bebé a ponerlo en la cuna pa’ salir a pelear, entre sus gritos dejaron de escuchar el llanto del niño y de momento vieron a una mujer que flotaba sin pies, cargaba al pequeño niño consolando su llanto, mientras volteaba a verlos con rabia.
Andersón se acercó corriendo y con miedo de arrebatarle al niño, y salir corriendo del lugar. Los lenguas largas dicen que más nunca vieron a la parejita por esos lares y siempre se asoma alguien en la ventana.
La Hora Sero